sábado, 19 de febrero de 2011

OIGO VOCES (siempre las mismas)



No veo mucho la tele y aún así estoy harto de las voces que escucho. No sé gran cosa de Belén Esteban o de Gran Hermano. No me interesan, no veo ese tipo de programas y no critico su existencia. Si están ahí es por algo. Tienen audiencia. He trabajado en la tele y sé lo que se cuece en torno a esos índices demoledores que pueden aupar a sus protagonistas o enviarles a la miseria. Así son las cosas.
En casa vemos series, películas y, de vez en cuando, alguna retransmisión deportiva (si me dejan). Pero, en ocasiones, no puedo prestar atención a la pantalla. Tengo trabajo en el ordenador, o en la cocina o en cualquier lado de la casa. Y es entonces cuando me despisto. Creo que estoy escuchando a Woody Allen, pero en realidad quien me habla es un oscuro criminal en serie, o un matemático atrapado en inverosímiles fórmulas anti delincuentes. La misma chica que me hace reír en una película, me intenta convencer, un minuto después (volvemos en...), de las bondades de una compresa. Si cambio de canal puedo encontrarme a un repartidor de pizzas, un abogado ilustre, un presidente de una potencia internacional y un famoso espía (enemigo irreconciliable del presidente anterior) hablando (todos) con la misma voz.
No voy a descubrir ahora las maldades del doblaje. Es obvio que se trata de uno de los mayores atentados que puedan perpetrarse contra cualquier obra. No voy tampoco a reclamar respeto por las voces de los actores, ni siquiera voy a recurrir a  que las versiones originales ayudan al conocimiento y al manejo de los idiomas, y que en aquellos países en los que no se doblan las películas, la gente habla y entiende mejor el lenguaje y la cultura de los otros. Tampoco  voy a pedir que -en ese marasmo de leyes anti cualquier cosa que tanto se llevan ahora- alguien repare en legislar algo coherente en defensa de la cultura y de la obra acabada. Harto estoy de perder batallas en esa línea. 
Parece bastante evidente que un trabajo audiovisual (ojo al dato: "audio") es un "todo" compuesto por una serie de elementos que lo hacen único e irrepetible. Algo que nadie debería tener derecho a manipular.
Pero el mundo del doblaje está en manos de una mafia de personajes acaparadores que no van a soltar lo que tienen entre manos. Si se les muere Clint Eastwood (espero que tarde, por cierto) su voz invadirá otro cuerpo. Si se acaba la temporada de CSI Las Vegas, pues se pasan a True Blood.
Ya se sabe: The rain in Spain stays mainly in the plain! (La lluvia en Sevilla es pura maravilla). 
My Fair Lady en versión original y doblada. 
¿Hace falta decir algo más?

3 comentarios:

  1. Yo también oigo voces, siempre las mismas. Hasta la desesperación.

    En los medios de comunicación oficiales, el discurso del "no", de todo lo que va mal y nadie remedia. Y la invitación, por falta de modelos sociales nuevos, a clonar una y otra vez los mismos errores.

    Y en Internet, presunta república bananera de la libertad, los comentarios censurados y los perfiles sistemáticamente borrados, siempre que alguien ose mear fuera del tiesto de la oficialidad.

    Pero algunos estamos por la labor de cambiar las cosas. Por un mundo "real" del "sí" y por un mundo virtual sin censuras.

    Por una nueva conciencia sin barreras.

    ResponderEliminar
  2. En la obra de Román Gubern y Domènec Font "Un cine para el cadalso" (1975) se relata con detalle cómo ,a raiz de la obligatoriedad del doblaje en castellano,se concede al cine extranjero (mejor dotado técnica y económicamente) el arma del idioma para competir con el nacional siendo una causa fundamental de su atraso y precariedad durante lustros,al igual que la censura de guiones que sólo afectaba al cine de aquí,no al foráneo.
    Exceptuando unas pocas salas en Barna (que conoces bien) la inmensa mayoría siguen exhibiendo copias dobladas que,además,encarecen el precio de la entrada de manera considerable.Así se monta la cadena de causalidad que impiden una difusión más libre y real de los mensajes en nuestra sociedad

    ResponderEliminar
  3. Alguien contaba que en otro país de habla hispana (creo que era Chile pero no estoy seguro) el doblaje fracasó porque para cuando empezaron a llegar las pelis dobladas las salas no habían tenido que preocuparse por la calidad del sonido porque la gente sólo tenía que leer los subtítulos. Se ve que el sonido era tan infame que los diálogos doblados eran casi ininteligibles, con lo que el público las rechazó. No sé si la historia es cierta, pero si non è veo è ben trovato. :)

    En cualquier caso, siempre he pensado que ver el cine doblado es como si vas a comprarte un disco de Bob Dylan y te encuentras con que la voz es la de Joaquín Sabina (aaaarghhhhh)...y te compras uno de Leonard Cohen y...Sabina otra vez...y que la gente estuviera convencida de que la voz de Simon & Garfunkel fuera la del Duo Dinámico, que Mick Jagger sonara como Miguel Ríos (y Bruce Springsteen y Brian Adams, total...)...Freddy Mercury fuera Camilo Sesto, y que entre el cantante de Obús y el de Barón Rojo se hubieran pelado todo el heavy metal desde Deep Purple hasta los Judas. Uf.

    ResponderEliminar