Nos conocimos en Barcelona, a finales de los noventa, cuando el FICEB le concedió el Premio de Honor. Durante algún tiempo nos vimos con cierta frecuencia. Incluso llegué a editar un libro, con texto de Ramón Llubiá, en el que se analizaba su extensa obra. Debido a mi alejamiento del porno, perdimos el contacto. Pero el conocimiento de su muerte me ha traído algunos recuerdos inolvidables y me ha dejado una cierta sensación de angustia.
Como homenaje copio y pego desde Ponce mola una breve reseña que escribí sobre él.
EL HOMBRE QUE MIRA A LOS CAMALEONES (Publicado en Interviú)
Mi primer contacto con John Leslie fue telefónico. Renunció al billete de avión que el festival de Barcelona le ofrecía y aceptó el premio de honor del certamen con la única condición de pagar sus propios gastos. Toda una declaración de principios de un hombre empeñado en defender que el suyo es un trabajo más y del que, visto de cerca, nadie diría que lleva décadas poniendo en cuestión las teorías que relacionan el cine para adultos con la tosquedad y la torpeza.
Culto, elegante, extremadamente cortés, John Leslie es la antítesis de lo que la gente piensa que es un director de cine porno.
Cuando a mediados de los ochenta, en ese territorio fronterizo marcado por la irrupción del vídeo, Leslie se atrevió a exprimir a Tori Welles, ni ella misma debía saber la fiera sexual que llevaba dentro. Pero, si “Chamaleons” hizo grande a esa chica guapa y osada, amiga de todo tipo de excesos, también sentó las bases de lo que iba a ser el cine para adultos de los años siguientes. Y es que el de Leslie es un cine apoyado en la fuerza visual, reñido con el diálogo innecesario (por cierto, uno de los reproches más estúpidos que se le hacen al género erótico), profundo en el contenido (a todos nos gustaría ser camaleones en nuestra vida sexual), pero epidérmico y jugoso en el continente. Carnal, visceral, atrevido y duro. Como la vida misma, como el sexo mismo.
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