miércoles, 1 de septiembre de 2010

BILBAO

Me piden los del 2000 maniacos, el fanzine de culto que maneja el venerado Manolo Valencia, que elija mi programa doble favorito. Esa sesión continua de antaño llevada al salón de casa de hoy. Dudo bastante porque la elección depende de muchos factores. Al final me decido por Bilbao (Bigas Luna, 1979) y por otra que ahora mismo no viene al caso.
La película de Bigas es un sublime ejercicio de perversión óptica y de perturbación erótica. Nadie ha rodado la Barcelona nocturna y golfa del Barrio Chino como lo hizo él. Y nadie se ha recreado tanto en las ataduras, la suspensión y la depilación de pubis que Isabel Pisano -Bilbao- sufre en la película. Detallista hasta la sublimación, Bigas se complace en desarrollar un clima morboso, enfermizo y excesivo hasta alcanzar uno de los momentos más escalofriantes, inquietantes y sensuales del cine español. Y hablamos de 1979 y de cine convencional, de cine bueno, eso sí.

La secuencia, rodada con extremado realismo (Ángel Jové depila realmente a la actriz, sin ninguna doble de cuerpo por medio) le costó la carrera a Isabel Pisano. Anatemizada por haber consentido participar en la escena, la industria la desterró al infame territorio de las baratas producciones de carne y poco más. Al final, renunció a su trabajo en el cine, emigró a Italia e inició una interesante carrera como escritora.

Saco este tema porque ultimamente se programan muchos ciclos sobre el bdsm en el cine y siempre se recurre a los cuatros títulos tópicos y típicos, producciones avaladas por su carácter internacional y su relación con el star systen, pero generalmente mediocres y limitadas en sus planteamientos narrativos, estéticos, sexuales. Películas cuya mayor virtud suele estar en la exhibición de cierta clase de vestuario o en la recreación de algún tipo de ambientación argumental relacionada con el tema. Películas que confunden el bdsm con los espacios forrados de terciopelo rojo y amueblados con cepos de madera y cuero. Películas que se siostienen sólo porque sale gente vestida como nosotros. Películas, y eso es lo peor, mil veces vistas.
Y pienso yo que habría que recuperar ese cine de verdad, ese cine que profundiza en los fantasmas eróticos, ese cine que inquieta las neuronas y estimula la entrepierna, ese cine que no se adorna con esteticismos baratos ni con moralismos de confesionario. Ese cine duro, sexual, explícito, expresivo. Como Bilbao, de Bigas Luna, sin ir más lejos.

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