lunes, 20 de julio de 2009

EN LA MUERTE DE DASH SNOW







Dash Snow (1981-2009) se fugó de su casa a los 13 años para vivir como un sin techo más en las calles de Nueva York. Con una polaroid, probablemente robada, comenzó a fotografiar escenas del submundo juvenil, de aquello que Lou Reed definió hace décadas como “un paseo por el lado peligroso” (Walk on the wild side). Su descarnada crónica de cierto tipo de vida cotidiana, plagada de sexo, drogas y violencia, le convirtieron en un verdadero notario del exceso. Sus personajes -putas chaperos, camellos, yonkis, ratas- se convirtieron en protagonistas de una vida paralela, desconocida y subterránea, que sólo salía a la luz en las páginas de sucesos, pero que el ilustraba y documentaba como una parte más de su día a día. La imagen de un presumible chapero esnifando una raya de cocaína sobre el pollón de un negro dio la vuelta al mundo, y ese mundo (sobre todo el sofisticado y snob mundillo del arte) empezó a reparar en aquel curioso reportero del infierno.
El mismísimo Wall Street Journal le consideró uno de los diez artistas emergentes más notables de América. A partir de ahí llegaron las exposiciones (Royal Academy of London, entre otras), el reconocimiento, la fama y hasta puede ser que el dinero. Pero Dash Snow siguió fiel a si mismo y falleció el pasado 13 de julio víctima de una sobredosis de heroína. No podía ser de otra forma.

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