viernes, 23 de noviembre de 2012

PPM


La foto la tomó Pablo Peréz Mínguez (PPM) cuando Cecilia y yo apenas llevábamos unos días como pareja. Fue en la inauguración de una  exposición dedicada a  Carlos Berlanaga, otro amigo que se fue. Han pasado tres años y hoy me entero de la muerte de Pablo. Una fulminante y fatal enfermedad ha terminado con ese torrente de vitalidad y creatividad que salía a borbotones por un corpachón aparentemente indestructible.
Conocí a Pablo a principios de la década de los 70. Él dirigía la revista Nueva Lente y yo era un estudiante de periodismo que daba sus primeros pasos en la radio. Durante un tiempo trabajé con él como asistente. Y gracias a él descubrí la magia de Ralph Gibson, las fotos seriadas de Duane Michals o la perversa sensualidad de David Hamilton. Y gracias a él comprendí que había más fotografía en Vogue que en Arte Fotográfico. Y gracias a él, también, fui comisario de una exposición sobre los fotógrafos de la llamada "nueva ola", una muestra -"De Madrid al frío"-, que reunía nombres del calibre de García- Alix, Eduardo Momeñé o Pedro Almodovar, entre otros.
Mientras yo andaba en devaneos pornográficos por Barcelona, Pablo se convertía en el fotógrafo oficial de la "movida" y recibía un merecido Premio Nacional de Fotografía (2006). Pero esas son cosas que sabe cualquier aficionado a la fotografía y que mañana será repetido por diferentes medios de comunicación.
Nos perdimos la pista. Hace unos años, coincidiendo con una retrospectiva sobre su obra, le llamé para entrevistarle. Pensé que no se acordaría de mí, pero me recibió encantado en su casa de la calle Montesquinza, ese santuario de tintes warholianos por el que en su día pasó el "todo Madrid in". Nos pasamos la tarde hablando de los viejos y los nuevos tiempos, tomando birras y mirando fotos. Por la noche, ya en casa, recibí un delicioso sms agradeciéndome esa deliciosa tarde de conversación y cerveza. Es obvio que debería haber sido a la inversa, que yo tendría que haber enviado ese mensaje. Pero Pablo era así, humilde, abierto, espontáneo, encantador.
En el transcurso de la entrevista me hizo una reflexión en apariencia frívola:
"Empecé a hacer fotografía porque mi padre sacaba su cámara y hacía fotos en las grandes ocasiones. Y todos los que se ponían frente a la cámara sonreían y eran felices. Yo era un niño y pensaba que todo el mundo estaba contento y feliz cuando había una cámara. Y es cierto. La gente se siente más guapa y se pone contenta cuando tiene una cámara enfrente, sacan lo mejor de si mismos. Y hacen que el fotógrafo también se sienta feliz. La fotografía es lo más parecido a la felicidad, aunque sólo dure una fracción de segundo".
Estoy triste, pero no de luto. Voy a hacer lo que a él le habría gustado que hiciese: Cogeré  mi cámara y me pondré a hacer fotos como un loco, para que la gente sonría y sea feliz. Y trabajaré a velocidades lentas para que las sonrisas duren un poco más.
Adiós maestro, adiós amigo. Hasta pronto.


PPM haciendo una foto de las piernas de Cecilia cuando (Ceci) aún llevaba zapatos.


2 comentarios:

  1. Lo siento, lo siento mucho Ponce. Yo también estoy muy triste por P.P.M. y por ti. Seguro que vas a conseguir unas instantáneas maravillosas. Mil besos.

    ResponderEliminar