martes, 26 de enero de 2010

HAY TANTO IDIOTA AHÍ FUERA

La noticia es demoledora: el porno ha dejado de ser el uso más habitual de Internet, sustituido ahora por las redes sociales (léase Twitter, Facebook, My Space…). Después de años y años de figurar en el primer lugar, la palabra porno ha dejado de ser la más solicitada en los buscadores. Era de esperar.
Hace no mucho leí en el blog del fallecido FICEB un post firmado por su director en el que bajo el título de “No es tan fácil como parece” se aludía a las dificultades que conllevaba organizar un evento erótico y a la frivolidad con la que algunos se enfrentaban a ello, en clara referencia a unos cuantos desaprensivos que intentaban pescar en río revuelto, otorgándose diplomas y haciéndose pasar por herederos o salvadores del festival de Barcelona. Ninguno de los intentos mereció el más mínimo interés del público. Ni la veraniega patochada de Calafell funcionó, ni los inverosímiles intentos de Valencia,, Benidorm y Vigo, impulsados por personajes desconocidos, sin ninguna vinculación con el sector y probablemente guiados por un afán de lucro desmedido, pudieron llegar a realizarse. En otros casos, los de San Sebastián y Pamplona, por ejemplo, cerraron sus puertas con unas pírricas cifras de asistencia y con serios problemas para hacer frente a sus pagos. Abro aquí un paréntesis para denunciar que los organizadores de Sex&Point, un evento con otras pretensiones, pero sin ninguna base empresarial o financiera, no han liquidado aún las cantidades que adeudan a los artistas (algo que puedo asegurar, dado que estoy entre los damnificados).
Ejemplos todos ellos de la falta de rigor, la escasa profesionalidad y la inconsciente frivolidad con la que muchos se enfrentan a tareas para las que carecen de la más mínima preparación. Curiosamente, a pesar de las pruebas en contra, todavía hay quien considera que basta con ofrecer un cartel de sexo para llenar la plaza. Pobres imbéciles.
Sin embargo, la trágica situación de esta especie de circo pueblerino, vulgar y paleto en el que han convertido el porno es la consecuencia de una política errática y descerebrada, de unas luchas empresariales de tintes barriobajeros y de unos especuladores que han ido predicando y con el mazo dando. En el porno español llueve sobre mojado. Ya en los tiempos en los que yo dirigía el festival de Barcelona había quienes se postulaban como los propietarios del invento, los dueños de la función y los artífices de su existencia. Y a pesar de mis continuos, veraces y apasionados desmentidos aquella sombra –y sus consecuencias- me llevaron a la dimisión. A mí, desde luego, me hicieron daño, pero el mayor perjuicio se lo causaron a ellos y a su industria. Así les va.
Desaparecido el cine porno como género cinematográfico y desposeído de sus valores transgresores y alternativos, el discurso pornográfico se ha visto reducido a una penosa, mecánica y artificial reproducción de posturas mil veces vistas o a una exageración monstruosa y chabacana, propia de los que confunden el morbo con el exceso y el realismo con lo desagradable.
Parece evidente, crisis financiera al margen, que vivimos un periodo de profunda transformación. La tecnología, asequible, barata y de fácil manejo, configura un mapa de las comunicaciones que ha pillado por sorpresa incluso a los grandes grupos mediáticos. Nadie aquí y ahora es capaz de aventurar cómo y con qué vamos a consumir música, películas o televisión. Y el porno no es una excepción. Pero, mientras desde otros sectores se buscan soluciones y se producen procesos de adaptación, el porno se empeña en enrocarse, reduciendo sus contenidos, recortando sus pretensiones y limitando sus perspectivas hasta unos límites inverosímiles. Se les murió la gallina de los huevos de oro y se acaban de dar cuenta que ya no les vale ni para caldo. Algo tendrán que hacer. Aunque mucho me temo que hay demasiados idiotas que aún no lo han entendido.


José M. Ponce


Publicado en PORNOTICIERO.

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